El tiempo pasa. Hace dos
meses de mi última entrada y desde luego no es que me hubiera
olvidado del blog. Hemos pasado por las vacaciones, pasó la recogida
de la almendra y ahora, con más calma, es tiempo de reflexión, de
ver fotografías, de intentar plasmar recuerdos y vivencias y algún
sentimiento encontrado.
El tiempo pasa. Su pesada
maquinaria no se detiene, pese a nosotros, pese a todo, tic-tac,
tic-tac, tic-tac...............
Por suerte somos capaces
de retener, de guardar en nuestros recuerdos, ese minuto, ese
segundo, ese instante que vivimos. Congelar una imagen, hacerla
nuestra para siempre.
Hacía más de treinta
años que Teresa y Deodoro no habían vuelto a pisar el Mas de Calvo, pero por sus caras de emoción y las explicaciones que nos
daban a todos parecía que eso hubiese sido antes de ayer.
Chica del Mas conoce a
chico que entra con su rebaño en tierra ajena, ahí salta la disputa
pero ….el roce hace el cariño, así que el destino quiso que ya
fueran el uno para el otro.
Tiempos duros, sobretodo
desde nuestro punto de vista, la vida en esas Masías, alejados en
ocasiones a bastante distancia de otro vecino, sin electricidad, sin
agua corriente, sin teléfonos y sin otras de esas comodidades a las
que nos hemos vuelto “adictos”.
Pero era lo que tocaba
entonces y había que vivirlo. Así que si el joven Deodoro, después
de todo un día de trabajo en el campo, quería ver a su amada
Teresa, emprendía camino con el macho y si a la vuelta se le hacía
demasiado tarde, le tocaba quedarse a dormir refugiado en alguna
cueva por el camino.
Vimos la masía, la era, los
corrales, visitamos el pozo que suministraba agua a la casa, los
grandes bancales que la rodeaban, me sentí envuelto por una gran paz
y un paisaje impresionante.
Sé que algunos de
vosotros delante de las fotos solo veréis ruinas y olvido, pero en
los ojos de Teresa y Deodoro, allí había vida, son sus recuerdos,
sus imágenes y fueron muy amables al compartirlos con todos
nosotros. Muchas gracias.